sábado, 21 de enero de 2012

Culpable

     No lo podía creer, tenía a Lorin frente mío y a la vez no. Yo ya sabía, ya sabía quién era. “Tú… tú… ¡Tú eres quien me hizo esto!” me alcé el polo dejando a vista la pequeña cicatriz en forma de pentágono que tenía en el estomago. “¿Te has dado cuenta?... ¡Yo soy el Guardián!” alzó los brazos alabándose y cambiando poco a poco a una forma demoníaca, la misma que tenía en el instante que asesinó a Marco.

Cada vez los golpes de las olas sonaban más y más fuertes, estaba comenzando a llover. “¿Qué has hecho con Lorin?” pregunté, quería saber que paso, donde estaba la verdadera Lorin, y que había pasado aquel día.

“Jajaja… Te lo contaré, niño listo, sabrás la verdad, pero de nada te servirá porque igual acabaras ¡MUERTO! Ese día antes que el camión nos envista a ambos, fue esa cicatriz que tienes la que me salvo – se levanto el polo dejando a la luz la misma cicatriz, justamente en el mismo sitio – Si, Lorin también lo tenía, al igual que todos los demás. Este signo, es un signo demoniaco, con esté tengo la vida eterna, tomando el cuerpo de la persona que lo tiene. La única clave para desatar este poder es el AMOR”

¿Amor?... Era imposible, Lorin no podía amar o tener algún cariño por este ser repugnante y desagradable. “¡Mientes!.. ¡MIENTES! Lorin no podía amarte, ni tenerte un poco de respeto, eso es imposible. ¿Cómo… como ella pudo querer a alguien como TÚ?”

“Lorin tenía un poco de cariño hacia mí, por haberla rescatado de la desgracia de vida que tenía. Jajaja… era muy divertido su sufrimiento. Sus padres eran unos alcohólicos drogadictos, su madre la golpeaba y su padre la violaba. Ella estaba desesperada por salir de esa vida. Fue ahí cuando me encontró y prefiero vivir encerrada sin que nadie le haga nada, por eso tuvo ese pequeño apreció hacia mí y esa fue mi salvación”

Quede paralizado, era por eso que Lorin no quería irse. Ella me rogó una y mil veces que la dejara ahí y yo no la escuché. Fue… fue mi culpa que la vida de Lorin haya acabado de esta forma. Las lágrimas de arrepentimiento comenzaron a caer de mis ojos, yo fui el culpable de esto. Esto no debió de acabar así, fui yo el causante de su muerte.

No podía dejar de culparme, no pude ver la expresión de ella antes de sacarla de la casa, me rogó hasta nomas, voto lágrimas, se resistía pero aún así trata de no verla. Lo que es peor aún, confié mucho en ella luego de la salida del hospital, ella ya no era la misma en aquel entonces sus expresiones eran distintas, no pude ver la realidad hasta ahora. Tomé la responsabilidad de todo, y ese era mi deber, ahora tenía que dejar la amistad que tenía hacia ella, ya sabía la verdad de quien era…

“Parece que te sorprendió mucho… jajaja… me gusta mucha esa expresión que tienes. ¡Ya lo sé! Te haré mi nuevo recepto” me señalo con el dedo. La mirada aterradora que tenía me dejo petrificado. ¿Qué es lo que iba hacer ahora?... ¿Cómo podría detener a este ser endemoniado?

Comencé a pensar en los que el Guardián había asesinado, me dio un poco de valor para poder recuperar el movimiento… “¿Cómo pretendes apoderarte de mí, si yo ¡Te odio por hacer todo esto!?” No parecía haberle afectado en lo más mínimo mis palabras, sonrió y comenzó a decir “El odio es un sentimiento que se queda en el corazón, este es lo puesto al amor. Pero tener odio a una persona significa que hay algo de amor hacia esta misma. Lo que se conocer como <Del odio al amor hay solo un paso>. ¡No me vengas con juegos! No eres más que un niño estúpido que no sabes nada de nada”

Otra vez… otra vez quede con un estúpido, yo no sé nada. ¡No sé nada de la vida! Volvía a sumergirme en todos mis erros, no lo podía creer, todo este camino, todo el recorrido que hice, todo lo que trata, todo mi esfuerzo, es… es… en vano. Yo… yo… ¡Voy a morir!

El Guardián dejo las habladurías y comenzó a acercarse a mí, sus pasos coordinaban con los golpes de las olas. Mis lágrimas aún no cesaban, estaba poco a poco enloqueciendo, no podía imaginar que esto iba a terminar así. El Guardián ya estaba cerca de mí cuando… Alguien más había aparecido sujetándolo de la espalda. Otra persona más comenzó a moverme para poder volver en sí. Pero…

“¡Javier!… ¿Qué haces aquí?” Javier estaba frente mío un poco preocupado, rápidamente contesto “Lo sabemos todo, encontramos todo en sus apuntes que estaban ocultos en una cámara secreta de la casa. Debes de decirme… ¿Quieres acabar con él? ¿¡Quieres acabar con el Guardián!?” porqué habló en plural, acaso la persona que estaba sujetando al Guardián era… ¡Mary! Al ver a Mary en peligro rápidamente asentí. Javier sonrió, parecía estar seguro de una victoria.

“Escúchame claramente, por favor, – volví a asentir – Tienes que atacarlo con esto – saco una daga, de mango dorado y con perlas de distintos colores – apuntalé directamente al corazón, con eso podrás acabar con él y si es cierto todo, puede que Lorin regrese.” Sin dudarlo tomé la daga. El Guardián se había liberado y Mary estaba tendida en la arena sangrando con el brazo dislocado. Javier fue rápidamente a su ayuda, dejando toda esperanza en mí.

Apenas se reflejó el brillo de la daga la expresión del Guardián cambió. Su expresión era de horror, por fin era yo quien tenía el agrado de ver ese rostro. “Parece que tu rostro cambió, ahora el que siente el temor eres tú – comenzó a retroceder – Tú no aprecias la vida de nadie, crees que puedes vivir para siempre y ser eterno, pero… ¡De que te sirve vivir si vas a estar solo! –  comencé a seguirle los pasos – no tener a nadie en la vida es como no vivir, porque alguien quisiera una vida así, estar solo sin nadie. Yo viví eso cuando mis padres murieron, perdí mi camino, perdí mi vida, pero volví a nacer. Volví a nacer cuando conocí a Lorin, cuando estuve viviendo con Marco, Javier y Mary. Y tú… tú… ¿¡Quién te creíste para acabar con la vida de Lorin, Marco y los demás!?”

Aproveche un fuerte estruendo que hizo una ola al chocar, El Guardián había bajado la guardia y se encontraba dudoso. Me lancé sobre él, tome con fuerza la daga y sin dudarlo lo apuñale, justo en el corazón.

El Guardián estaba en el suelo agonizando tendido en el suelo arenoso, derramando gran cantidad de sangre. Tomó la daga con ambas manos y continuó apuñalándose “¿Crees que acabas conmigo, recuperaras a tu preciada Lorin y todo irá perfecto? No me hagas reír mocoso, no te daré el gusto – comenzó a estornudar sangre – pero tu amigo te dio una… ” Su voz se fue apagando y el corazón le dejo de palpitar.

Ahora que pasaría, ¿Lorin regresaría nuevamente en ese cuerpo? El cuerpo de Lorin se retorció y el corazón volvió a latir. Con una timbre de voz muy minúsculo, no se le podía escuchar bien “Gracias, gracias por liberar mi cuerpo pero…” la gran punzada en el corazón y toda la sangre derramada fueron más que suficiente para que el cuerpo de Lorin no pueda soportar. Sus últimas palabras de mi amiga fueron de agradecimiento y falleció con una linda sonrisa en el rostro. “Lorin yo… lo siento mucho, todo fue mi culpa. Discúlpame.” Sentí un gran dolor punzante en el pecho, provocó que me estremeciera en la arena haciéndome gritar de dolor, un gran ardor comenzó a recorrer por todo mi cuerpo y quede inconsciente.

Un mes después… por fin todo había terminado, Mary y yo salimos del hospital. Javier nos estaba esperando para volver juntos a la casa que nuestro Guardián nos dejo. Volvimos a tener una buena vida sin preocupaciones, ayudándonos unos a otros y conviviendo de la mejor forma. Aun no podía olvidarme de Lorin y no podía dejar de culparme, pero estaba tratando lentamente de superarlo, sabiendo que pude en el último instante salvarla…

Todo fue perfecto y tres largos años de tranquilidad pasaron, hasta que…

(Esta historia es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)

sábado, 14 de enero de 2012

La Historia de un Guardián II

     “¿El rito…?”. Al despertarme, en la mañana siguiente, uno de los niños, si no mal recuerdo era el mismo que me había tomado del hombro, me estaba comentando lo que había pasado anoche. Según él, yo fui parte de un rito del cura. “Si no me crees, mira la cicatriz que tienes en el estómago” fue lo que me dijo para defender sus palabras. Levantaba lentamente mi polo, con un poco de temor. Por fin pude ver mi estómago, pero no había nada. Mi mirada cambio a una risa sarcástica, pero era de esperar que él ya tuviera pensado que esa iba a ser mi primera impresión, ya que al instante señalo arriba de mi ombligo.

“Un… ¿un pentágono?” Esto era extraño, porque un pentágono. Miré más detenidamente, en el centro del pentágono había una especie de figuras o palabras muy extrañas, no podía reconocer ni una. “Vez que no miento, todos tenemos la misma cicatriz, es parte de su rito”.

Según me comentó, el rito pasaba de esta forma: Una vez que el huérfano, ya tenía edad para poder valérselas por sí mismo, el cura lo abandonaba con los otros. En la noche, tomaba a ese mismo huérfano y lo llevaba a su habitación oculta, ataba al huérfano al centro de la cama y poco a poco iba acercando los espejos, el efecto de la luz creaba una especie de imágenes retorcidas en la mente de los huérfanos, el cual provocaba de estos pierdan la razón de sí mismos, mientras que el cura empezaba su rito orando en un lenguaje que nadie entendía. Luego de que el huérfano perdía la razón, el cura se acercaba con una daga, haciendo la cicatriz de forma pentagonal, tomaba la sangre derramada y la bebía.

Ahora que recordaba, el cura siempre paraba con una daga, de mango dorado y lleno de perlas de distintos colores. Nunca le quitaba un ojo a esa daga, a donde iba la llevaba junto él. Era tan importante en su rito, que no se le podía perder…

Las dudas comenzaron a aparecer. ¿Por qué era tan importante la daga? ¿Por qué hacia ese rito? ¿Para qué quería tantos huérfanos?... Estas preguntas sin respuestas, me atrapaban cada noche, no podía dormir y no podía dejar de pensar en eso. Las respuestas no las iba a obtener preguntándoselo al cura, era demasiado ridículo revelar sus secretos a un huérfano.

Cada de que el cura estaba ocupado y más cuando estaba dando misas, salía de la habitación para ir a investigar por la iglesia. Por suerte, aprendí la agenda completa del cura, y por suerte también conocía un pasillo que me llevaba a una especia de biblioteca dentro de la iglesia.

La biblioteca de la iglesia era inmensa, pero solo había cuatro repisas llenas de libros. La mayoría de libros hablaba de la iglesia, su construcción y sus cambios hasta ahora, otra de la biblia, la tercera de la historia de los santos, y la cuarta repisa me llamo más la atención, ya que eran libros de temas ajenos a la iglesia, eran libros de autores  de poemas, historias, novelas, y todo eso. Un libro, que se encontraba en el centro de la repisa, me llamo la atención, más porque el titulo de esta estaba con los mismos signos que el cura me hizo en el estómago. Tomé el libro, pero no fue necesario sacarlo, ya que con solo jalarlo un poco la repisa se movió hacia la izquierda, solo unos pocos centímetros. Fui hacia el extremo derecho de la repisa, en el piso había un libro, esta justo donde se encontraba la repisa. “¿Pero qué… qué es esto?”

“EL LIBRO DEL ANGEL CAIDO” ese era el título del libro, este no era muy extenso, era corto, le di una ojeada rápida para ver su contenido, pero las páginas finales estaban en blanco. Encontré la página donde estaba la imagen de la cicatriz que me hizo, encontré el porqué no se separaba de la daga, el porqué necesitaba huérfanos, el porqué hacia esa rito, y lo mejor de todo encontré lo que quería… “Vencerlo”.

No tenía paciencia, fue esa misma noche, una noche tormentosa y lluviosa en la cual la luna estaba llena y brillaba con ese destello de luz clara, una parecía a como me contaron que fue la noche de mi nacimiento. Comencé a hacer alboroto, tratar de llamar la atención del cura, ya tenía todo listo la habitación oculta estaba semiabierta, solo faltaba la llegada del cura.

Los huérfanos se hacían de la vista gorda y no se preocupaban por nada, seguían en sus camas, pareciera que ya sabían en que iba a acabar, pero veamos quien se equivoca. Menos de dos minutos bastaron para que el cura llegara. Me encontraba escondido cerca a la puerta, sabia donde el cura llevaba la daga. En su estupefacción, por encontrar todo tranquilo y calmado, aproveche para quitársela. Ahora yo tenía el poder. “deja eso, niño, no sabes lo que haces” comenzó a decir el cura, el temor lo invadió, se le podía ver en los ojos. “Se equivoca Padre, si sé y sé mucha más de lo que creé. Ahora mejor me obedece y va a retrocediendo hacía el cuarto donde hace sus ritos”

Nos encontrábamos ya en la habitación, tal y como lo había previsto los huérfanos no se metieron, me encerré con el cura dentro y ahora era hora de preparar su derrota. “¿Qué es lo que pretendes hacer hijo? Piensa bien en lo que estás haciendo” el cura ahora hablaba como su personajes, al parecer si era muy cobarde. “Respóndame, Padre, – el cura asintió – ¿Quién es el verdadero dueño de ese cuerpo?” sus ojos casi explotan de la impresión, pero no dudo, ahora se puso serio y cambio de personalidad en un instante “Es del cura del pueblo, el Padre Francisco García” me había dejado petrificado un momento, como hizo ese cambio de personalidad, ya no era el cobarde que aparentaba hace un momento ser un completo cobarde y ahora estaba serio, dejo de temblar y el sudor se esfumó. El cura aprovecho ese instante para poder tomar la daga, pero mi reacción fue rápida.

Comencé de una vez con lo que había aprendido. Empecé a orar una de las oraciones que estaban en el libro, en el mismo lenguaje que el cura lo hacía en su rito. Lleve al cura hasta el centro de la habitación, una vez que su imagen y la mía estaban en cada uno de los espejos “¡No lo hagas…!” tomé con toda la fuerza que pude la daga y apuñale al cura, justo en el sitio donde debería de estar la cicatriz que mi hizo a mí. Ambos caímos al suelo.

Abrí los ojos, y el huérfano que me ayudó desde ayer, estaba ahora ayudando a un niño “Enserio, enserio… ¡Enserio! Jajaja… ¡FUNCIONO!”, tome la daga y maté sin piedad al huérfano que me había ayudado, ahora iba con el otro que estaba tirado. Me arrodillé y lo recogí con mucho cuidado, ya estaba volviendo en sí, así que tenía que apurarme. Me acerqué a él para poder decirle “Padre, espero estés orgulloso de este hijo tuyo”. Volví a coger la daga y lo apuñalé directamente al corazón “Estoy muy orgulloso de ti hijo mío…” fueron sus últimas palabras…

Yo… yo me convertiré en ¡DIOS!

(Esta historia es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)

sábado, 7 de enero de 2012

La Historia de un Guardián I

     Nací en un pueblo pequeño y lejano, en una noche tormentosa y lluviosa. No sé quiénes son mis padres, no sé para que nací y no sé para qué existo, solo sé que estoy vivo y sé que existo… pero ¿para qué…?

Por suerte, no estuve solo. Al momento de nacer mi madre me había abandonado, hasta donde sé, el mismo día del parto salió del hospital sin haberle dado de alto, como era de esperar la encontraron muerta y el cura del pueblo me acogió en la iglesia y ahí es donde estuve viviendo.

El cura me crió como su fuese su hijo, siempre me tenía a su lado, siempre me tenía en brazos. Nunca se separaba de mí. Me mantenía alejado de los otros huérfanos, no conocía a ni uno, ni de vista los conocía.

Todo cambió cuando cumplí los seis años, el cura había encontrado un nuevo huérfano, ahora era él nuevo su engreído, y por primera vez a mí me mando con los otros. Estábamos todos en un mismo cuarto, era un cuarto amplio y cada uno tenía su propia cama, aunque viendo la cantidad de huérfanos habían camas de sobra “¿acaso pensaba el cura traer más huérfanos?”

Los otros huérfanos eran todos extraños, paraban con temor, estaban con ojeras y sus rostros eran de terror. Eran pocas las veces en las que uno que otro huérfano se levantaba de su cama, y eso era solo para ir al baño o servirse un vaso de agua. Era todo muy extraño, nadie jugaba, no reían, no hablaban, no gritaban, no hacían alboroto, no hacían nada…

Ya que todo era tan calmado y que nadie hacia nada, me puse a examinar detenidamente el cuarto “1, 2, 3,… 20” eran veinte camas, diez a cada lado y solo éramos doce huérfanos, incluyéndome. En la entrada había una gran puerta de madera, lo raro era que no había ventanas, solo un pequeño foco oscilaba en el centro de la habitación, lo que hacía que el cuarto tenga un aspecto opaco. Espera… porque… porque hay marcas donde supuestamente cualquier persona cuerda pondría al menos una ventana.

La curiosidad me ganó, me levante y me dirigí directamente hacia allí. Un gran cuadro en el centro lo resaltaba, en el cuadro estaba pintada la imagen de Jesús, nuestro salvado, crucificado, en la parte inferior derecha se encontraba el dibujo de un demonio con un trinche golpeándolo en las piernas, y en la parte superior izquierda un ángel trataba de limpiarle la sangre que se escurría a causa de la corona de espinas que llevaba puesta.

A unos pocos centímetros del cuadro, se podían ver unas líneas que resaltaban, la curiosidad continuaba ganándome así que decidí empujar poco a poco por uno de los bordes. La pared se movía conforme yo iba empujando, me pareció escuchar a alguien que decía que me detenga pero hice caso omiso. Empuje la pared hasta que pueda pasar, a lado había un interruptor, lo encendí y puede ver lo que se encontraba ahí. “¿Otra habitación…?” Esta habitación era diferente, en el centro solo había una gran y amplia cama ovalada, había espejos de cuerpo entero por todos los alrededores de la cama, más extraño aún había un gran espejo en el techo, frente a la cama.

Alguien me tomó de sorpresa cogiendo de mi hombro “Vamos, vuelve a tu cama, ahí viene él”. La sorpresa fue tan grande que me hizo saltar, retroceder y dejar todo como estaba en un inicio y volver a mi cama. Las puertas se abrieron de par en par y él entro. El cura, con su túnica y capucha puesta, caminó sigilosamente hasta mi cama, se acerco lentamente a mí y en mi oído susurró “A partir de hoy ya no seré tu Padre, hoy me convertiré en tu Guardián

Yo no tengo erros, yo soy perfecto…

(Esta historia es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)