sábado, 7 de enero de 2012

La Historia de un Guardián I

     Nací en un pueblo pequeño y lejano, en una noche tormentosa y lluviosa. No sé quiénes son mis padres, no sé para que nací y no sé para qué existo, solo sé que estoy vivo y sé que existo… pero ¿para qué…?

Por suerte, no estuve solo. Al momento de nacer mi madre me había abandonado, hasta donde sé, el mismo día del parto salió del hospital sin haberle dado de alto, como era de esperar la encontraron muerta y el cura del pueblo me acogió en la iglesia y ahí es donde estuve viviendo.

El cura me crió como su fuese su hijo, siempre me tenía a su lado, siempre me tenía en brazos. Nunca se separaba de mí. Me mantenía alejado de los otros huérfanos, no conocía a ni uno, ni de vista los conocía.

Todo cambió cuando cumplí los seis años, el cura había encontrado un nuevo huérfano, ahora era él nuevo su engreído, y por primera vez a mí me mando con los otros. Estábamos todos en un mismo cuarto, era un cuarto amplio y cada uno tenía su propia cama, aunque viendo la cantidad de huérfanos habían camas de sobra “¿acaso pensaba el cura traer más huérfanos?”

Los otros huérfanos eran todos extraños, paraban con temor, estaban con ojeras y sus rostros eran de terror. Eran pocas las veces en las que uno que otro huérfano se levantaba de su cama, y eso era solo para ir al baño o servirse un vaso de agua. Era todo muy extraño, nadie jugaba, no reían, no hablaban, no gritaban, no hacían alboroto, no hacían nada…

Ya que todo era tan calmado y que nadie hacia nada, me puse a examinar detenidamente el cuarto “1, 2, 3,… 20” eran veinte camas, diez a cada lado y solo éramos doce huérfanos, incluyéndome. En la entrada había una gran puerta de madera, lo raro era que no había ventanas, solo un pequeño foco oscilaba en el centro de la habitación, lo que hacía que el cuarto tenga un aspecto opaco. Espera… porque… porque hay marcas donde supuestamente cualquier persona cuerda pondría al menos una ventana.

La curiosidad me ganó, me levante y me dirigí directamente hacia allí. Un gran cuadro en el centro lo resaltaba, en el cuadro estaba pintada la imagen de Jesús, nuestro salvado, crucificado, en la parte inferior derecha se encontraba el dibujo de un demonio con un trinche golpeándolo en las piernas, y en la parte superior izquierda un ángel trataba de limpiarle la sangre que se escurría a causa de la corona de espinas que llevaba puesta.

A unos pocos centímetros del cuadro, se podían ver unas líneas que resaltaban, la curiosidad continuaba ganándome así que decidí empujar poco a poco por uno de los bordes. La pared se movía conforme yo iba empujando, me pareció escuchar a alguien que decía que me detenga pero hice caso omiso. Empuje la pared hasta que pueda pasar, a lado había un interruptor, lo encendí y puede ver lo que se encontraba ahí. “¿Otra habitación…?” Esta habitación era diferente, en el centro solo había una gran y amplia cama ovalada, había espejos de cuerpo entero por todos los alrededores de la cama, más extraño aún había un gran espejo en el techo, frente a la cama.

Alguien me tomó de sorpresa cogiendo de mi hombro “Vamos, vuelve a tu cama, ahí viene él”. La sorpresa fue tan grande que me hizo saltar, retroceder y dejar todo como estaba en un inicio y volver a mi cama. Las puertas se abrieron de par en par y él entro. El cura, con su túnica y capucha puesta, caminó sigilosamente hasta mi cama, se acerco lentamente a mí y en mi oído susurró “A partir de hoy ya no seré tu Padre, hoy me convertiré en tu Guardián

Yo no tengo erros, yo soy perfecto…

(Esta historia es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)

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