Tres largos
años habían pasado desde lo sucedido con el guardián. Javier, Mary y yo
estábamos viviendo juntos en la gran casa. Ellos a los pocos meses de nuestra
convivencia habían decidido dar un paso más a su relación, pasar de ser amigos
a enamorados, lo que me hacia un poco incomoda la convivencia.
No había podido sacar de mi mente a Lorin,
Mary siempre me resaltaba que la persona que falleció ese día ya no era Lorin y
que debía de estar tranquilo por liberar su cuerpo y darle una sepultura
adecuada. Pero con todo eso me había planeado una meta, y esa meta era la
superación. No pretendía quedarme a vivir toda mi vida en esa casa y ser una
persona que viva de las calles por siempre.
Había planteado esta idea mía a mis
camaradas de casa, pero ellos no tenían mi misma visión. Javier y Mary, los dos
grandes enamoradísimos, se habían conformado a una vida simple, donde
recolectar en el día para su alimentación del siguiente era suficiente, y
claro, con tal que se tengan el uno al otro. Así fue como al primer año de
nuestra convivencia decidí dejarlos atrás, seguir mi camino, y dejar que mi
meta hable por sí misma.
Las primeras dos semanas de mi solitaria
convivencia fueron horribles, mucho peores de las de antes, antes que el guardián
me encontrara. Parecía que con forme una iba creciendo las personas tomaban
menos interés por uno, ya no se podía ganar lo mismo de antes. Lo que más pena
me daba es que las personas no veían ese fuego, esas ganas de superación, en mi
mirada.
Al mes de estar viviendo de las calles y
en las calles, me comencé a verme desnutrido, andrajoso, y muchas otras cosas
que decía de mí. Pero grande fue mi suerte, que un día sentados, lamentando la
pérdida de su único hijo, una pareja de ancianos en el parque me vieron
tendido, tirado cerca a un árbol. Ellos me recogieron, me dieron acilo,
hicieron que yo ocupase el lugar que su hijo ocupaba en su casa. Para según
ellos, yo me parecía mucho a él, también tenía esa mirada en su rostro que le
hacía perseverar.
No me tomó mucho tiempo entrar a un
colegio no escolarizado, donde iban mayormente los que no eran capaces de
terminar su primaria y secundaría en colegios escolarizados por extrañas
razones, y en donde la mayoría son chicos problemas. Yo por mi parte no podía
ser tan fresco con la pareja de ancianos que me había adoptado y sentía la
necesidad de abonar algo a la casa. Trabajaba en las mañanas y tardes, y en las
noches estudiaba. No me consideraba alguien apartado del resto, solo quería
cumplir mi meta, por lo que no me hablaba mucho con los compañeros de clase.
La mayoría de mis compañeros de clase eran
adultos, solo unos que otros estaban entro los diecisiete y veinte años de
edad, y yo era el único de quince años. Por lo general, los adolescentes eran
los que se hacían los frescos, en especial un grupito de tres personas que no
paraban de molestar a quienes podían.
Últimamente los trabajos en grupo estaban
aumentando. Por desgracia en una ocasión me toco hacer grupo con esos
revoltosos André, Renzo y José. Luego de eso su centro de vacilación era yo, no
podía hacer más que aguantar, ya que todos eran suficientemente maduros para
comportarse, y al profesor no le importaba si aprendieras o no, simplemente él
hacia lo que tenía que hacer sin importarle nada más.
Hoy en la noche, dirigiéndome para el
colegio unas gotas comenzaron a mojar de poco a mi cabello. “wau… volvió a
llover” No había llovido desde lo que paso hace tres años, era extraño pero tenía
un mal presentimiento.
Fue extraño que un día el profesor me
alabe más que otros, ya lo hacía hasta por las puras. Los celos de André, Renzo
y José al parecer estaban encendidos, podía notarlos fulminarme con la mirada.
Regresando a casa luego de un largo día,
me estaba empapando, las gotas de lluvia bajan en mayor cantidad y a más
velocidad. Pasando por un callejón unos tipos me metieron dentro de este. Uno
de ellos me sostuvo de un brazo y él otro del otro brazo, el tercero se había
parado frente mío. “Así que te crees muy listillo…” se acerco a la luz y pude
ver a André golpear la palma de su mano con su puño, a mis costados se
encontraban sus camaradas Renzo y José sujetándome.
“¡Te crees muy rudo enfrentándote con
alguien menor que tu y quien esta sujetado por tus gorilas!” lo enfrente, pero
eso solo le causo gracia y ocasionó que me ganará un gran golpe. “A parte de
listillo te crees con la suficiente fuerza para enfrentarme, ¿no?” me volvió a
golpear. Esta vez no cesaban los golpes hasta que me vio titubear por el frio. “¿Tienes
frio?” trataban de sacarme sacarme la ropa y así dejarme en esta friolenta noche, pero yo trataba de zafarme “¿y ese tatuaje,
no eres menor de edad para hacerte esas cosas? Te voy enseñar a conocer tu lugar,
una basura siempre será una basura” me dio un golpe directo a la cicatriz en
forma de pentágono, me dejó sin aire, y hasta casi pierdo el conocimiento.
“Jajaja… te crees muy rudo mocoso…” esa
voz… es de…
En un abrir y cerrar de ojos los tres,
André, Renzo y José, estaban tendidos en el piso en un baño de sangre. Todos
muertos…
(Esta historia
es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)
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