sábado, 9 de junio de 2012

La Iglesia de Santo Domingo


Ya estábamos, al fin, en Cuzco. Nos habíamos alojado en la casa de una joven pareja, muy humilde, quienes vivían junto a su pequeña hija, una bebe de aproximadamente 5 meses de nacida. Después de haberme desmayado fue el único lugar que mis amigos pudieron encontrar para que pueda descansar y volver a sentirme bien.
     Estaba echado en una pequeña cama, cubierto de muchas frazadas, hacía mucho frio en este departamento a diferencia de donde solía vivir. Mary y Javier se encontraban descansando al pie de la cama, pareciera que ni por un solo instante me quisieran dejar solo “que grandes amigos tengo”, mientras que Sergio se encontraba, durmiendo, tendido en un mueble a un extremo de la habitación. Aun no se habían apaciguado las aguas en nuestra relación.
     No quería interrumpirles el sueño a mis dos grandes amigos, quienes tanto se preocupaban por mí, pero fue tan alarmante mi impresión al percatarme que estaba desatado de brazos y pies, mi cuerpo estaba libre para que el Guardián haga de las suyas y pueda matar a todos los presentes. Ahora entendía por qué Mary y Javier estaban tan cerca de mí y por qué Sergio se había alejado “pequeño miedoso”.
     En el preciso instante que me percaté de estar libre, mi cuerpo hizo un movimiento involuntario, el cual despertó a Javier. Él, con una gran habilidad de despertar con el más leve movimiento, despertó y tomó el cuchillo que tenía al costado suyo. Javier me apunto con el cuchillo directo al pecho y preguntó “¿Eres tú?” asentí e hice un gesto que generalmente hacía poco para que él pueda estar seguro de quién realmente era “Disculpa, pero tengo que tomar precauciones…” Mary, quién ya se había despertado, se rió de la última palabra dicha por mi amigo, ya que ella solía ser la más precavida de todo el grupo. Entendía perfectamente las razones de Javier, ya que al fin y al cavo sus vidas estaban en peligro junto a mí.
     A la mañana siguiente, agradecimos la hospitalidad de la joven pareja y salimos a buscar la iglesia. Para nuestra suerte la pareja conocía muy bien donde quedaba esta iglesia. Nos dieron un pequeño mapa para no perdernos, aunque ellos habían comentaron que iba a ser en vano el mapa, ya que desde lejos se notaba perfectamente esta iglesia. Eran otras seis horas de viaje, caminando, ya que nuestro presupuesto se había acabado y no podíamos recibir dinero ajeno por muy cortés que fuese.
      El viaje duro mucho más de lo que habíamos calculado, estábamos cansados a Mary pareció chocarle el cambio de clima, ya que tenía síntomas de malestares, mientras que su amado, Javier, la apoyaba dándole su hombro para poder apoyarse. Como nunca, Sergio estuvo todo el viaje cerca de mí y era raro que este callado y que no se esté quejando del cansancio y del aburrimiento.
     Y finalmente era verdad, la joven pareja no nos mentira. Aunque nos encontrábamos lejos, con solo alzar la vista podíamos ver lo que ellos nos habían dicho. Todos apreciamos la gran torre, formada por una base carente de todo adorno que sostiene un campanario vestido de columnas corintias retorcidas.

(Esta historia es ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia)

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